Monday, January 23, 2006

Las horas

Historia a dos manos por Lulú Péis y Verónica Damí

El bullicio de la ciudad había quedado varias horas atrás. Nos adentrábamos en tierras vitivinícolas y los letreros en la carretera nos lo subrayaban: Champagne Blvd., Chardonay Road, Cabernet Way, Merlot Street.
Un letrero con un tenedor nos recordó que no habíamos comido, así que seguimos los avisos con tenedores hasta que llegamos al lugar: The W Resort.
-Qué curioso, no sabía de la existencia de este lugar.
-¡Y eso que eres agente de viajes!
-Ya lo sé, se me hace raro, ¡En fin! Allá está el restaurante.
Pasamos por caminos estrechos de piedra, por encima de un puente y por debajo de un túnel tapizado de grueso follaje y al final llegamos a un restaurante.
-¡Mira! Hay una exposición de carros antiguos.
-Pues hay carros de todas las épocas ¿Eh?
Modelos de los 40s, 50s, 70s y 80s estaban estacionados fuera del establecimiento, también uno que otro 2000.
Cuando entramos nos recibió un anciano muy amable, quien inmediatamente nos sirvió una taza de te. Traté de decirle que yo deseaba café pero parecía no oírme y me dio una taza con te de manzanilla. Se fue sin pronunciar palabra y buscamos una mesa para desayunar. En la pared había un mural sobre temas de diferentes obras de teatro que se representaron ahí: "West side story", "Cabaret" y muchas otras.
Mientras veíamos el mural apareció una canasta con pan y galletas en la mesa.
-¿Quién la trajo?
-¡No vi! Estaba volteando para otra parte.
-Se ve muy rico el pan, recién hecho.
-Pues yo no me voy a quedar mirando.
Como es mi costumbre no pude evitar lanzarme sobre el pan. En este caso había rollos de queso danés y panqué de plátano, galletas de cacahuate y chocolate.
-Mmmm...
Sentí una mirada sobre mí y al alzar la vista estaba una mesera sonriente, como satisfecha de lo que veía. Pensé que quizá ella habría horneado las galletas y el pan.
-No te detengas querida, es una canasta especialmente para ti, come.
Diciendo esto, se fue. De pronto me sentí muy extraña. Algo no estaba bien, mejor dicho, no estaba como segundos antes. Las galletas y el pan habían perdido lo apetitoso, ahora me causaban náuseas; tenía además un mareo creciente. Me dirigí al baño para echarme agua en la cara, pensando que tal vez vomitaría. El agua fría me hizo sentir un poco mejor, respiré menos de prisa y después de unos minutos, decidí regresar a la mesa. Al abrir la puerta, no había nada ni nadie. No gente, no muebles, no anciano del te, no mesera. NADA. Mi sorpresa fue tal, que no me permitió siquiera gritar o salir despavorida. Crucé paso a paso lo que hasta hacía unos momentos era el área del restaurante, donde habían clientes comíendo y bebíendo como nosotros. Alcancé la puerta, salí a la calle para ver que todo seguía un curso aparentemente normal. Los autos seguían ahí, como en exhibición, hasta los modelos viejos (40, 50, 70), lucían muy cuidados, relucientes. Traté de serenarme y buscar una explicación lógica a lo que estaba viviendo. Casi por instinto, vi mi reloj ¡Habían pasado dos horas! Imposible que se hubiera consumido tanto tiempo en ir y regresar del baño, tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. ¿Dónde se perdieron esas dos horas? ¿Por qué no las recordaba? Pero ante todo... ¿Dónde estaban las personas y el mobiliario del restaurante? En dos horas nadie hubiera podido vaciar el local, ni con un servicio de mudanzas.
Empecé a alejarme un poco del restaurante, caminaba sin rumbo o propósito definido; simplemente quería pensar con más claridad. Repasé desde que llegamos al letrero de "The W Resort", los caminos de piedra, el túnel con follaje, el puente, la entrada el restaurante, la mesera...Todo, tratando de encontrar algún dato, alguna pista de algo que me llevara cuando menos cerca de resolver el misterio. Recordé a la mesera y sus palabras "No querida, " "Son especialmente para ti..." Estas últimas palabras me dieron vueltas en la cabeza, fue entonces que pensé que quizá alguien hubiese podido poner una droga alucinógena en las galletas, el pan o el té...
¡El té! No bien acababa de recordar la taza con la bebida de manzanilla, cuando de reojo, justo a unos metros frente a mí, alcancé a ver ¡al anciano que nos recibió, caminando tranquilamente!
Fui tras él de inmediato, era seguro que tendría las respuestas que buscaba.
-¡Hey, usted! ¡¡¡Señor, señor!!!
El anciano se detuvo, se dio vuelta con solemnidad y me esperó. Sentí como las náuseas volvían al verle el rostro, no porque estuviera deforme o fuera desagradable, si no porque me recordaba mucho a alguien. Fue hasta ese momento cuando recordé que no llegué sola al restaurante. Tenía miedo de hablar, mis pensamientos estaban muy confusos, y entonces el viejo habló con una familiaridad desconcertante.
-Pensé que seria buena idea salir a pasear, el día es soleado y los pájaros trinan.
-Si- Contesté sin pensar-.
-¿Quieres acompañarme? ¿Por qué me ves con esa cara, ¡¡¡Parece que no me conocieras!!!
-¿Dany?
-¡Claro, quien mas! Anda no te hagas la loquita, que yo sepa no tienes alzheimer aún.
En ese momento, sentí una punzada en el pecho. Observé mis manos, estaban arrugadas, la ropa me quedaba floja...Vi mi reflejo en los ojos de Dany, mi cabello era blanco, había envejecido 40 años. No pude siquiera abrir la boca.
Retrocedí sin dejar de mirar a Dany, lentamente me fui alejando de él y después corrí sin parar en dirección del restaurante. Entré para ver si algo había cambiado y para mi sorpresa estaba lleno de gente otra vez. Todos actuaban con normalidad. Salí de nuevo completamente confundida. Alcancé las llaves de mi carro, me subí y encendí el motor. Cuando buscaba la salida me encontré a Dany y le grité:
-¡Dany escúchame, no se que está sucediendo aquí. Creo que nos drogaron, desconozco el motivo, pero tenemos que escapar, estamos alucinando, esto no puede estar sucediendo!
-¿De qué hablas Vero? Aquí estoy mejor que nunca. Tengo muchos amigos, la comida es deliciosa y cada noche hay bingo en la sala de reunión. ¡Quédate conmigo, no seas así!
Lo miré por tres segundos y aceleré. Crucé el túnel que ahora parecía mucho mas largo que al llegar. Me dirigí al puente que pasaba por encima de un pequeño río, pensé que llegando a la carretera iría a cualquier lugar a denunciar lo que estaba sucediendo en The W Resort, el problema es que no sabía exactamente lo que estaba sucediendo; llegué al final del puente y frené de manera abrupta. No había carretera, me encontraba en lo que parecía una isla. Di un vistazo alrededor para comprobar que estaba totalmente rodeada por agua, frente s ólo el horizonte, no alcancé a ver tierra por más que lo intenté.
Agotada cerré los ojos un momento y me quede profundamente dormida. Al despertar todo seguía igual, los años, las arrugas, las canas... Llegó la noche, medité mucho y tome una decisión drástica, nadaría hasta encontrar tierra o moriría en el intento, cualquier cosa sería mejor que esta locura.
Salí de carro, respire profundo y me lancé al agua incierta de mi destino. Desperté de nuevo en el sofá de mi casa. Corrí a buscar un espejo y ahí estaba yo, con mis veinte años, solté una carcajada de alivio.
-Era un sueño tonto, voy a llamar por teléfono a Dany para platicarle.-
Cuando crucé por la cocina noté que el reloj digital de la cafetera estaba desquiciado, marcando una hora por segundo sin parar, entonces busqué el reloj de la pared, las manecillas daban vuelta al revés... Volvieron las náuseas. Abrí una ventana y mi casa estaba completamente cubierta de enredaderas, mismas que no estaban ahí el día anterior.
Fui por las pastillas para dormir y vacié el frasco en mi garganta.

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