Friday, September 29, 2006

DE TRES A CUATRO


Ese día me vestí de rosa, pantalón, suéter y labios. Botas negras y perfume nuevo. Tenía planes para esa noche de sábado, pero antes debía trabajar. Al terminar mi media jornada a las tres en punto subí al carro y puse el disco de Jamiroquai en el estereo, el nuevo, recién estrenado, estaba contenta. Subí el volumen. Manejando de sur a norte iba por el boulevard Benito Juárez, carril izquierdo, velocidad acelerada, cabeza en la noche por venir. Luego un grito, freno, golpe. Apago el estereo.
Bajé histérica del carro.
-Señora! Porque se cruza así! Nadie le dio el paso!
-Usted no me vio!-Contestó llorando de dolor.
-Salio corriendo así nomás!-le dije y entonces pensé que debía actuar rápido y averiguar después. Estaba viva, me estaba reclamando, no había sangre.-La voy a llevar a la cruz roja.-No hubo respuesta de su parte.
La ayude a levantarse y subirse al carro, después levante las bolsas de la comercial mexicana que llevaba con ella. Los carros que pasaban disminuían su velocidad y me gritaban: llevala al hospital! Me daban ganas de contestarles: genial idea no se me había ocurrido! Pero no había lugar para sarcasmo en esa situación así que me apure.
En el camino le pedía disculpas a la mujer que sollozaba de dolor y le repetía incesantemente: no la vi señora, no la vi. Ella no me contestaba, solo se frotaba la pierna. Mis pensamientos iban y venían por posibilidades nefastas que podrían suscitarse del accidente. Pensé que tendría algo roto, hemorragias internas, algún golpe en la cabeza que no era visible por su cabello. En la cruz roja la metí por emergencias, y cuando estaba por entrar junto con ella me impidieron el paso enviándome a la sala de espera.
Sentada ahí, sin ver y sin escuchar, mis nervios alterados como nunca, recreaba el momento en que le pegue. Estaba un carro grande, de esos que parecen tanque de guerra, a mi lado izquierdo esperando para dar vuelta a la altura de la comercial mexicana vieja, y ahí hay líneas amarillas para crucé de peatones. Ese fue mi error. El carro grande tapaba por completo a la señora, y esta se lanzó corriendo esperando que los carros hicieran alto por las líneas. Cuando la vi frené pero le alcancé a pegar, lanzándola por el aire a un metro del carro. Pensaba que quizá ella llamaría a la policía.
Sentía culpabilidad. Pobre señora, le pegue a las tres quince de la tarde, seguramente iba a su casa a preparar la comida, y ahora eran las tres y media y estaba en la sala de emergencias de la cruz roja, atropellada por una mujer vestida de rosa como si las cosas estuvieran tan bonitas. Yo vestida de rosa y ella en la cama de emergencias, me sentía ridícula, pero más que nada estaba preocupada.
No fueron veinte minutos lo que tardo el doctor en salir a darme la noticia: todo estaba bien. Me vio muy nerviosa y trato de calmarme diciéndome que solo fue un golpecito, que pasaba todos los días, no había fracturas, no había sangrado interno, todo estaba bien, solo tenia raspones en las manos y dolor de pierna, pero ya le habían dado medicina y la cuenta me esperaba en recepción. Ciento cuarenta pesos incluyendo radiografías y medicamento. Me salio barato.
Cuando salio la señora todavía con dolor me veía con mucho resentimiento. Le dije que a donde iba, que la llevaba a su casa y me contesto que si tenía tiempo la llevara. –Claro que tengo tiempo.-Le dije, y la ayude a subir de nuevo al carro que la había agredido, con su conductora llevándola a casa. Ya que estaba arriba me imagine que viviría en un lugar remoto y hasta peligroso y así fue, Plan Libertador tercera sección. Por allá vivo, le dije, y retome el camino que llevaba media hora atrás, antes del golpe.
Primero no hablábamos, el silencio mas raro e incomodo que haya experimentado. Entonces ella me hablo a mi, seguramente cuando le medicina le calmo el dolor.
-Ya no este nerviosa, ya paso. Fue un accidente.
-Señora discúlpeme, de verdad, no la vi.-Seguía yo trabada.
-No se preocupe, ya me habían atropellado antes.
-No puede ser!-Le dije, empezando a sentirme mejor no se porque.
-Si, un taxista allá por la trébol. Iba a recoger a mi hijo de la escuela y cuando cruce la calle un taxista me atropello, me rompió la pierna esa vez. Luego no quería pagar y me tuve que pelear con el.
-Tenga cuidado oiga, la tercera es la vencida!-Dije , algo insegura de la reacción que tendría, pero la señora empezó a reírse y yo también, rompiendo la tensión tan pesada que se había formado en el pequeño espacio que compartíamos .
Cuando entramos ya a su colonia las calles se iban poniendo cada vez mas feas e intransitables para los carros. Me dijo que la dejara a unas tres cuadras de su casa, me la señalo y me dijo que de ahí caminaba. Le ofrecí ayuda y me dijo que no, que ya estaba bien y me agradeció haberle pagado la cruz roja. Le di un poco mas de dinero por si necesitaba mas medicina para el dolor o para que comprara el mandado que se le arruino. Nos despedimos de manera afectuosa. Mis tapetes quedaron manchados de yogur de fresa.
En el camino pensé que había sido muy afortunada. No hubo policías que me detuvieran, la señora estaba bien y yo no había perdido ni una hora de mi tiempo en el accidente. Eran las tres cincuenta y cuatro cuando deje el carro a la puerta de mi casa.

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