Monday, March 06, 2006


Hombre azul

Dicen que los ojos son el espejo del alma y yo estoy de acuerdo. Considero el alma un concepto subjetivo y para mi evoca diferentes cosas, siento que la palabra se refiere a la esencia de uno, lo que contiene el todo de nuestra mente, nuestros sentimientos y la información de nuestras vidas pasadas, en el alma guardamos nuestra verdadera naturaleza y cuando la oprimimos podemos convertirnos en desalmados.
Los ojos son una cosa bella y transparente, transmiten las emociones a veces mejor que las palabras. Uno debe ser hábil en el arte de las apariencias para que sus ojos no delaten sus verdaderos sentimientos, si el caso fuera que quisieran ocultarlos.
Mis ojos particularmente me son divertidos. Por ellos la gente llega a confundirme de nacionalidad con bastante frecuencia. China, francesa, española, filipina y hasta una mezcla de tailandesa con holandesa.
Los ojos del cuadro de Rocio Hoffman me atraparon instantáneamente. Me parece que guardan un misterio que deseo inventar. No quise saber nada del sujeto del cuadro, es un amigo personal de la Sra.Hoffman al cual ella aprecia mucho. La ficción creada a partir del cuadro es una interpretación completamente subjetiva.

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Una espesa capa de nubes grises domina el horizonte. El mar imita el color del cielo, las olas se alzan para estrellarse con peculiar agresividad y el aire helado entra por los pulmones de don Sergio quien observa el barco anclado en el muelle. Oxidado, descompuesto, inútil pedazo de chatarra, Don Sergio se niega a moverlo, aun no es tiempo, la herida no ha cicatrizado.
Su choza cae en pedazos cada que hay una tormenta. La ha construido de bambú y palmeras, soga y conchas, al lado del mar pacifico en una playa remota de la Baja Sur.
Ahí ha permanecido por los últimos 30 años, desde aquella fecha que cambio su vida..
Reconstruir su choza le da un motivo para seguir viviendo. Cuando se deshace por las noches y se queda sin techo hasta el amanecer, el agua en la cara y el frío en los huesos le recuerda que aun respira, que sigue perteneciendo al mundo terrenal, vulnerable a las inclemencias de la naturaleza.
Ha vivido tanto tiempo ante la inmensidad del mar, en su soledad absoluta, escuchando solo las olas del mar y las aves que vuelan de vez en vez sobre su cabeza que empieza a perder la noción del tiempo y el espacio. Dejó de contar los amaneceres hace mucho tiempo, lo consideró inútil siendo que no esperaba fecha alguna. Había decido quedarse ahí y no pensaba cambiar de parecer en el futuro cercano ni lejano.
Para Don Sergio solo había una cosa que importaba y era no dejar de pensar en ella, concentrarse solamente en su recuerdo.
Viviendo en comunión con el mar Don Sergio ha aprendido a comunicarse con los elementos, únicos testigos de su triste historia. Esa noche siente que la tormenta le habla, le dice que le queda poco tiempo en la tierra y el siente en su corazón que es verdad.
Al salir el sol levanta su choza y camina por horas hasta llegar a la carretera. Ahí espera a que alguien se apiade de el y lo lleve al pueblo mas cercano. Solicita trabajo ayudando a barrer las banquetas y al final del día usa el dinero para comprar un cuaderno, una pluma y una vela. También dos paquetes de cerillos. Regresa a su choza y con un par de piedras grandes acondiciona un lugar para sentarse a escribir sus confesiones, pensando que quizá nunca sean leídas, pero siente que su pena se hará mas ligera al escribir….


Ella llego a mi vida el verano de 1976. Yo trabajaba en los viñedos y ella se hospedaba en Ensenada con su familia. Fue ella, mi querida Emma, quien hizo el primer contacto. Me miraba constantemente a los ojos mientras tomaba el tour del viñedo, yo explicaba los diferentes tipos de uva y su mirada me perturbaba de manera notable. Era bella y enigmática, de grandes ojos negro y labios carmesí, su mirada misteriosa me llenaba de dudas y deseaba que ella las disipara todas. Al terminar el tour me preguntó si tenía algún compromiso al terminar mi jornada.
-Nada podría alejarme de Ti. –Le conteste.
En cuanto caí en cuenta de mi atrevimiento sentí tanta vergüenza que cruzó por mi mente disculparme y marcharme en el momento, además tenia otras razones para alejarme de esa mujer, pero entonces ella sonrió y supe que algo grande había sucedido. Mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que saldría de mi pecho y huiría de ahí. Me dio la tarjeta de su hotel y atrás apuntó el numero de su habitación y al lado escribió…a las diez de la noche en punto. Me llamo Emma.
Dio la vuelta y se marcho.
Estuve ahí a las nueve cincuenta y nueve. Ella bajo al lobby del hotel luciendo aun mas bella que en la tarde. No recuerdo lo que traía puesto, solo que parecía un ángel caído del cielo y yo estaba ahí para hacerle pasar un buen rato. Tomó mi mano y salimos del hotel, caminamos por horas sin rumbo. Me parecía que estaba en un sueño, esta hermosa mujer me había invitado a salir sin conocerme, me había escogido de entre tantos hombres que pudiera haber tenido y ahora tomaba mi mano sin recato alguno. Sin embargo el sentimiento de culpa se asomaba de vez en cuando, esperaba el momento para contarle sobre mi vida pero entre risas y abrazos no encontré el momento. La besé bajo un farol y ella regreso el beso de manera apasionada. Encendido el fuego solo teníamos dos cosas que hacer, apagarlo o arreciarlo y nos fuimos por lo segundo, me invito a su cuarto y esa noche fui al cielo y regresé, le traje una corona de estrellas a mi reina pálida de grandes ojos negros. La adore como a una Diosa, me enamore de esa mujer con una intensidad que nunca había sentido ni creía posible. Emma era lo mejor que me había sucedido, y tendría que hacer cambios en mi vida para compartirla con ella.
Por la mañana fuimos a desayunar y ella lucia esplendida con un vestido de flores y el cabello suelto, el viento acariciaba sus rizos y me llevaba el aroma dulce que la impregnaba. Terminamos el desayuno y ella me dijo que debía marcharse pues su familia la esperaba para dar un paseo a mediodía y estarían preocupados por no verla en la mañana. Le rogué que me viera otra vez, no podría pasar la noche sin ella. Le pedí que escapara de su familia y fuera conmigo a La Paz en un pequeño barco que tenia anclado en una playa a unos 100 kilómetros de Ensenada. Ella solo me sonreía, pero en sus ojos vi amor, amor por mi y con eso tenia para ser el hombre mas feliz del mundo. Me pidió la dirección y quedamos de vernos al atardecer.
Fui a mi casa, mi esposa me esperaba. Me dolía hacerlo pero no había otra solución, nuestra relación había decaído desde que llegaron los hijos y la pasión que alguna vez sentí por ella había quedado sepultada en la rutina cotidiana. Era una buena mujer, cuidaba de mi y del hogar y me quería sinceramente. Ella me esperaba con las maletas en la puerta, una noche sin llegar a casa era suficiente para colmar su paciencia y yo lo sabia. Le dije a mi esposa que comenzaría de nuevo, que cuidara a mis hijos y que le enviaría dinero para el sustento de la familia. Ella solo lloraba en silencio y cuando rompió su mutismo solo me dijo: se que ya tienes otra, se te nota en todo el cuerpo, espero que ella si te haga feliz. Le di un beso en la frente y me fui, cuando mis hijos regresaran de la escuela se enterarían de que su padre los había abandonado.
No pude evitar soltar unas pocas lágrimas al pensar en ellos, y el sentimiento de remordimiento solo cesaba cuando pensaba en los ojos de Emma, en su espalda blanca, en sus labios carnosos.
Cuando llegué a la playa ella estaba ahí, mi querida Emma, con una sola maleta, sentada en la arena sonriente y contenta. Me lancé sobre ella y la besé, sabia que lo nuestro era real y único. Fue el atardecer más bello de mi vida y lo recuerdo todo con claridad dolorosa. Por fin cedimos al cansancio y dormimos bajo las estrellas esa noche, aunque en realidad el sueño fue corto, pero cerrar los ojos aquel día fue mi error fatal.
Emma y yo nos guiábamos por impulso, sin hacer preguntas nos habíamos unido y tomado decisiones que cambian la vida, lo hicimos porque el amor que sentimos fue tan intenso que cualquier explicación sobraba, al menos eso pensé. Mientras dormía Emma reviso mi cartera, en ella yo guardaba fotos familiares, una de mi boda y otra donde estábamos mi esposa y mis dos hijos en una reunión familiar. Si tan solo Emma me hubiera despertado en ese momento, hubiera dirigido su rabia hacia mi y me hubiera pedido una explicación…pero no fue así. Ella se marchó, dejándome una nota corta. La nota de Emma decía asi…
Sergio, como pudiste. Regresa a tu familia, tus hijos te esperan. Pensé que eras libre al igual que yo, no romperé un hogar aunque te ame. Nunca podría confiar en ti ahora Sergio, no volveré a verte. Me duele como no tienes idea, pero busco un amor transparente y pensé que lo había encontrado. Adiós.

Cuando desperté estaba solo en la arena, la neblina de la mañana me hizo pensar que Emma andaba por ahí y no lo veía, hasta que me encontré con su nota junto a las fotos que sacó de mi cartera. Sentí una punzada en el pecho y siento que volé a buscarla al hotel. Ella se había marchado y no dejaba ningún recado, ningún lugar donde encontrarla, un número de telefono, nada. El amor de mi vida se había ido para siempre, y todo por no hablarle claro de mi vida. Nunca me lo he perdonado.
Dejé un recado en el hotel por si algún día volvía. En el le decía que mi matrimonio había terminado y que no alcancé a decírselo pues todo había sido tan rápido e intenso. Le rogaba que me perdonara y que fuera a la playa donde yo la esperaría por siempre.
Ella aun no llega. Yo la espero aquí como le prometí, pero el tiempo se acaba y no se si pueda esperar mas.

Así termino el relato de Don Sergio. Enterró en la arena el cuaderno y formo una estrella de piedras sobre el. Después entro al mar, nado hacia adentro hasta que le fallaron las fuerzas y se dejo llevar por la corriente mientras el agua helada congelaba sus órganos. Nunca regreso a la orilla.

Algunos meses después llego un coche a la playa y de el descendió una anciana con su nieta. La niña corrió al agua y la abuela se fue a sentar en la arena, noto que había unas piedras queriendo formar una estrella. Algo la llevo a escarbar un poco y ahí encontró el cuaderno. Era Emma quien había regresado a esa playa, su vida había transcurrido sin que el recuerdo de Sergio dejara de visitarla un solo día. Cuando comprendió que era lo que tenia en sus manos ahogo el llanto en su bolsa de mano, su nieta no se entero de nada mientras jugaba a la orilla del mar. Emma se quedo a la orilla del mar con la esperanza de que algún día Sergio regresara, en esta vida o en la otra, ella esperaría.

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