Thursday, March 02, 2006

Ficción inspirada(no creo que sea la palabra correcta)en la obra de Maria Luisa Ojeda



Cuando era niña los payasos me fascinaban. El primero que conocí fue en el cumpleaños de mi prima Flor; tenia el cabello del color del arco iris y gigantescos zapatos rojos. Pensaba que era genial tener un par de pies tan grandes y consideraba a todos los que tenían los pies chicos, como yo, simplemente normales y aburridos. Me la pasaba recomendando a la gente que tomara leche para que le crecieran los pies. Mi hermana tenia los pies excepcionalmente grandes . Un día le compre un par de zapatos de payaso y se echo a llorar causándome gran desconcierto.
Después me enteré que ningún payaso tenia los pies gigantes y esa fue mi primera gran decepción. La segunda fue cuando presencié un accidente automovilístico; el culpable era un payaso que iba tarde a trabajar. Sin maquillaje, furibundo por su carro averiado, fumando y maldiciendo, así lo vi y la imagen quedo grabada en mi mente. Comprendí a corta edad la función de las mascaras, sean de maquillaje, de madera o de carne y músculos. También ese día las aborrecí.
Entrando a la adolescencia todo me chocaba, y naturalmente también los payasos. En las fiestas de mis hermanos les hacia averías como quitarles la peluca en medio de su acto o pisarlos y decirle a los niños: ¿ven? no le duele, es un farsante!
Los niños me ignoraban y a veces también me sacaban a patadas.
Ya que maduré un poco olvidé el asunto de los payasos y no volví a toparme con uno en años.
Cuando tuve suficiente edad para trabajar dejé el hogar y crucé a los Estados Unidos en contra de la voluntad de mis padres. Ellos querían que estudiara una carrera pero yo veía que la situación económica era difícil y no estaría tranquila hasta no hacer algo por mejorarla. Me dediqué exclusivamente a trabajar y enviar dinero cada semana a mi pueblo.
Mi rutina como mesera era muy tediosa y empezaba a deprimirme, entonces una amiga me recomendó hacer algo para distraerme cuando saliera del trabajo y recordé que me gustaba mucho dibujar cuando era una niña. Empecé a dibujar y luego a pintar y pronto el cuarto que rentaba estaba lleno de pinturas que me alegraban el día. El cuarto estaba en un departamento que rentaban entre tres familias mexicanas, y cuando uno de los inquilinos vio mi trabajo me pidió que pintara mas cuadros para adornar todo el departamento y así hice.
Pintaba cosas que me alegraban, sandias, niños comiendo nieve, paisajes de montaña...pero había otra colección que no mostraba a nadie ni estaba en exhibición en las paredes de mi habitación.
Cuando extrañaba a mi familia, cuando recordaba algún episodio triste, cuando me sentía traicionada, cuando olvidaba el sentido de todo, entonces pintaba otro tipo de cuadros, lo hacia por impulso, tomaba el color e intentaba plasmar mis sentimientos a veces confusos a veces violentos. Una noche me tomó por sorpresa un recuerdo. Intentaba pintar pero no salía nada y al esclarecer mis pensamientos la figura de un payaso apareció nítida en mi mente. Era el primer payaso que conocí, sin duda, la misma peluca, el mismo traje anaranjado de bolas verdes. No hubo mas que hacer, me exigía ser pintado. Cuando lo terminé lo guardé en un baúl y no quise saber mas de el.
Algunos meses después sucedió lo mismo, y el segundo fue a dar con el primero al baúl de los recuerdos indeseados. Mientras tanto el departamento ya no tenia mas espacio en las paredes para mis pinturas de frutas y piñatas, la depresión había desaparecido y deje de pintar por un periodo largo.
Luego recibí la llamada. Estaba trabajando en el restaurante de siempre cuando la voz de mi padre acongojado me decía desde el otro lado de la línea que tenia que regresar, mi madre estaba gravemente enferma. Me encaminé al sur dejando todo atrás, solo llevé mis pinturas y pinceles y algunos cuadros que no podía abandonar.
Nunca imaginé que la situación fuera tan grave. El cáncer había consumido a mi madre, casi casi no la encuentro, se había reducido a piel y huesos y en su mirada podía ver como la vida se iba retirando de su cuerpo, se marchaba a otro lugar y no podría seguirla.
El remordimiento que me invadió era insoportable, haberla dejado tantos años para nada, el dinero que enviaba no pudo salvarla, realmente había sido inútil alejarme de los míos por conseguir unos cuantos dólares que al final solo son eso, unos cuantos dólares, que no sirven para nada mas que para pagar algunas deudas, comer carne, comprarse un carro mas nuevo, mientras la vida y los que están en ella se van igual de rápido, el dinero no compra vida, mas bien uno vende la vida por dinero.
Alcancé a tener algunas conversaciones con mamá, aunque la mayor parte del tiempo lloraba y ella me sonreía e intentaba calmarme. Papá estaba mucho mejor, lo veía tranquilo y resignado, tanto que hasta me parecía ofensivo de su parte. Yo no era buena para fingir y un día le reclame a mi padre ese bienestar que exhibía, no supo que contestarme y se fue a encerrar con mamá por horas.
Cuando salió me dijo que fuera con ella y así lo hice.
Me miró un buen rato y luego me habló de cómo las personas a veces fingen de buena fe, lo hacen para hacer la situación mas llevadera, para no contagiar de su tristeza a los demás, me dijo que era algo que yo ya debería de saber y no juzgar a los demás por ello. Una ultima llamada de atención.
Esa noche no pude dormir, sentía que mi madre pronto se iría. Quise hacer un retrato de ella, pintarla sana y llena de vida como la recordaba antes, pero eso no sucedió. Pinté un payaso con su mirada, vacié la congoja que me causaba la muerte anunciada en sus pupilas y la disfracé con maquillaje blanco y rojo. Después de hacerlo pinté un gran ramo de flores y lo llevé al amanecer a su habitación. Cuando lo vio me dijo: No sabia que pintabas hija, que bonito está. Luego cerró los ojos para no abrirlos mas.

No comments: