Friday, December 01, 2006


En el taller de Martha a veces hacemos ejercicios muy divertidos. Uno de ellos es escribir a partir de una imagen. En este ejercicio escogi una postal con una pintura de Picasso, y como el ejercicio consiste en soltarte a escribir cuanta cosa se te viene a la mente me agarre escribiendo una bola de pendejadas que al final, siguiendo los pasos que nos dictaron, quedo leible. La maestra sugirio que yo leyera este texto en la Grandiosa Espectacular y Mundialmente Reconocida Feria del Libro de Rosarito! Pero yo decline, optando por leer un alucin que me avente sobre un arbol blanco y brilloso. En fin, ahi esta ese rollo ya pa que no me vayan a quitar esta onda por falta de uso. WARNING: Inspectores del Culturosismo, abstenganse, puede este texto parecerles digno de reproche(se trata de Paris).


Postal

Pa:
Encontré esta tarjeta en el Musee de Orsay. Me llamó la atención por lo que ya te imaginas. Notas e instrumentos musicales. Cuando la vi de cerca note que el pentagrama esta incorrecto pues solo tiene tres líneas y así no se puede escribir música, pero a Picasso no le interesaba la realidad ni la lógica en esta pintura, por lo tanto mi observación es invalida e inútil.
Últimamente he pensado mucho en la música, en como es que la reproducen ¿que es eso que se graba en un dispositivo de vinil y se escucha en cualquier parte con la punta de una aguja? ¿Como lo hacen? No se, estoy como mi tío cuando decía que el fax era cosa del demonio.
Luego pensé en ti, en como querías que fuera concertista, las flores que me llevaste a mi primer recital, el piano que con tanto esfuerzo me compraste cuando el maestro te dijo que yo tenia mucho talento. Talento, mas no disciplina, y sin disciplina no eres nada.
Me lo dijo cuando descubrió que yo podía interpretar una pieza fácilmente, pero una vez que leía las notas no trabajaba la técnica como era debido. Se dio cuenta que no practicaba las dos horas diarias que me pedía, y yo un día supe que nunca lo haría.
Sus palabras me marcaron y las cargo hasta este día, cada que no concluyo un proyecto, cada que me desvío y pierdo el interés, ahí están las palabras del maestro como una condena autoaplicada. Pero eso no quita que ame la música, solo que prefiero escucharla a tocarla, lo mismo que tu. La guitarra acumula polvo en la sala de estar, sabes -¿porque ya no la tocas papá?- me gustaba mucho cuando tocabas Pretty Woman, puro rock hasta la muerte ¿no?
Quizá eres igual que yo, o mas bien yo igual que tu. El mundo nos gana, y lo que amamos acumula polvo en la sala de estar.
Fui a Viena al departamento de Mozart, el sueño de mi infancia tardía hecho realidad.
¡Estaban las partituras! Las vi con mis propios ojos, la tinta que el uso, sus notas y su letra. De todos los departamentos de Mozart que hay en Viena, tuve la suerte de ir a donde escribió el Réquiem, la misa para muertos que no le gusta a mi mama, no entiendo como puede deprimirle tanta belleza, diría que es antimusical sino tuviera tan buen ritmo para bailar cumbias y cantara todo el día mientras hace el quehacer . Pude escuchar varios movimientos, incluyendo la Lacrimosa, con las partituras frente a mí en el cuarto donde se escribió; es lo mas cercano a una experiencia religiosa que yo haya tenido. Fuera de eso, Viena es bella y fría, elegante, llena de tradición.
Nos vemos cuando regrese.


Dejo de escribir y veo la hora. Cinco cuarenta y cinco. Siento el frío del Sena elevarse y cubro mi rostro con la bufanda. En la banca de al lado hay una pareja fumando como dos chimeneas ¡no lo soporto! descubro mi rostro y enciendo un cigarro. Maldito vicio. Dejar de fumar estando Paris es imposible, todos fuman, si uno no lo hace de cualquier manera traga humo, además, como no fumar en las banquetas de los cafés. Era el último cigarro, voy a comprar otra cajetilla.
Desde aquí veo la Catedral de Notre Dame. Cuando la veía en postales y películas jamás imagine que sería tan imponente. Tampoco sabia que tienen una Virgen de Guadalupe adentro. Si fuera guadalupana me hubiera hincado a rezar, pero como no soy solo le tome una foto.
En el mercado me topo ante una decisión difícil, crucial: Comprar cigarros o queso para las baguettes del día siguiente, que constituyen la base de mi alimentación en esta ciudad, la cual a su vez depende de un presupuesto muy balanceado que me permite alargar mi estancia. Me alejo sin comprar nada, en la calle detengo a un joven y apuesto frances:
-¿Tu as un cigarrete? pregunto, y enseguida abre su cajetilla. Tomo un cigarro y me lo enciende. Merci beacoup! Con esta amabilidad parisina, pienso que sobreviviré sin comprar mas cigarros.
Es tarde ya, el sol empieza a retirarse, el frío encrudece y las parejas se aprietan.
Las luces del barrio latino ya están encendidas. Me dirijo hacia allá en busca de mi amiga Julie, es su cumpleaños, iremos a celebrar.
En el camino me intercepta su hermana Marie y me dice que Julie nos alcanzará mas tarde en el Deux Magots. Intento disimular mi emoción, el Deux Magots es el café mas literario de Paris, ahí se juntaba Sastre, Camus y muchos otros escritores que han pasado a la historia.
Pedimos una botella de vino tinto. Mientras tomamos nuestras copas en la banqueta vemos a los residentes de el barrio de Saint Germain desfilar por las calles con bolsas llenas. Aquí todo se compra en pequeñas tiendas especializadas en cada producto por separado, el queso en una tienda, el pan en otra y la carne en otra, cualquier mercado de barrio es bonito, ventanas con flores y herrería decorativa, toldos y fruta fresca en las banquetas. Los super mercados son pocos y están escondidos, como que tales monstruosidades serian un shock en el paisaje.
En el Deux Magots no falta el encanto parisino. Los meseros usan mandiles negros y largos de la cintura para abajo. Camisa blanca de cuello duro y bigotes gruesos. El mobiliario y paredes son sobrios, predomina el negro, perla y madera. Luz tenue, velas y lámparas.
Llega Julie con una horda de amigos. Piden otra botella y la noche nos alcanza. Las botellas se duplican hasta que cierran el café. Salimos en busca de un bar, y luego otro y otro más. Julie no deja de sonreír, brincar y bailar. La luz nos sorprende subiendo un quinto piso, el departamento de Julie es nuestra última parada. Tenía años sin ver un amanecer, la luz violeta me aguijonea el corazón. Me despido y voy al Sena tambaleándome, impregnada de tabaco y a punto de devolver todo el vino de la noche, pero tengo que ir al Sena, me jala como un imán.
El amanecer en Paris me conmueve. El cielo va adquiriendo su color azul grisáceo y me hace anhelar el añil intenso de un día claro en la Baja California. Extraño el vacío del mar abierto y el desierto. La playa infinita y el pacifico helado. ¿Será en todas partes el pacifico tan violento como en mi pueblo? De alguna manera nos marca su frialdad y su rudeza. Lo que mas me gusta de mi pueblo es el vacío que ofrece el mar.
El sena me parece ahora un charco de agua estancada. Nada es comparado con el mar, su vista solo ofrece construcciones de glorias pasadas. Permanezco a su lado mientras dan las nueve para confirmar mi regreso en una agencia de viajes.
Cruzando la calle un sonido estruendoso me pone en guardia. A unos metros de mi una mujer yace en el piso en un charco de sangre, un automóvil huye de la escena con el vidrio delantero roto y manchado. Una niña llora al lado de la victima, supongo que es su hija. Camino hacia ella pero me tropiezo con un hombre que corre al auxilio de la victima agonizante. El toma el pulso de la mujer y su rostro adquiere un tono grave; de pronto lo reconozco. La niña deja de llorar y la calle entera parece congelarse. Sonrio y siento la contradicción del momento, una cara familiar en medio de la tragedia ajena. El es amigo de mi padre. Camina hacia mi con las manos en la bolsa y la ambulancia llega. Nos alejamos del lugar con la mirada fija en la nada. Después de un rato intercambiamos saludos, preguntas y despedidas. Le digo que mi vuelo saldrá pronto aunque falten siete horas. No tengo ganas de hablar.
A mediodía salgo a tomar mi ultimo café au lait en Paris. La primera vez que visite la ciudad tarde tres días en descubrir que café au lait era café con leche, a mi me sonaba a algo español, y lo pedía negro solo para después pedir leche y recibir una mirada asesina del mesero que minutos antes me había preguntado si quería café con leche o negro. Total, hay que equivocarse para aprender.
Me gusta tomar café a solas, esta taza tiene una lámpara dentro. El abanico gira y gira y me hipnotiza. Una mosca cae dentro y rompe el espejismo. Es hora de partir.
Llamo a mi madre y su voz dulce me reconforta.
-Vamos por ti ¡Ten mucho cuidado! Que bueno que vienes de regreso hija.
-Si ma no te preocupes, nos vemos en unas horas.
Del lobby del hotel pido un taxi, en media hora estoy en el aeropuerto.
Mientras hago tiempo descubro que aun tengo dinero y le compro a mi madre chocolates belgas al triple del precio de cualquier mercado, pero no podía comprar souvenirs antes, mi presupuesto era limitado. A mi padre le llevo la postal que no alcancé a mandar, a mis hermanos historias que no querrán escuchar.
En Los Angeles me reciben con abrazos y besos. Me consienten demasiado. Vamos a cenar y les platico todo lo que hice.
-¿Fuiste al departamento de Mozart? Pregunta mi papá, y mi madre me pregunta si compre ropa en Paris. Les digo que si a todo, es un gusto verlos de nuevo. En el camino a casa escuchamos a Los Beatles. Duermo como un bebe y sueño en clave de sol.

1 comment:

alejoguayaquil said...

Excelente Caludia, no tenia idea de lo que es Paris, se nota que lovivistes, aunque con limitaciones. Realmente escribes muy raro pero es super anecdotico y me hace ver las cosas como si estuviera alli. Pienso ir con 3 adulos y un nino. Espero me pueda dar algo de indicaciones. mi cuenta es alejoguayaquil@hotmail.com
Ellos son mis futuros suegros, mi cunado y el hijo de mi novia. Ella no puede ir y el viaje es en junio o julio del 2008. Bye.