Friday, February 02, 2007

Pudiera escribir un libro si tan solo escribiera algo. Mientras manejo, en el banco y antes de dormir me la paso contándome historias, pero se quedan ahí en mi cabezota, acumulando polvo hasta que me digne a escribir, hasta que tenga un momento de paz y soledad. Muchas de las historias no son historias, son recuerdos que empiezo a novelar. Hace rato cuando manejaba me acordé que crecí casi sola. Mi madre siempre se ocupo de nosotros en el sentido de la comida y la ropa y la escuela y la limpieza, de hecho yo era una completa inútil, pero la mayor parte del tiempo estaba sola. Los primeros años de mi vida viví con muchos vecinos, entre ellos Aisslin con quien hacia fiestas en la sala de mi casa, invitábamos a todos los niños y bailábamos rolas de Parchis y Tatiana. En esos tiempos los veranos los pasaba afuera por lo menos doce horas. Jugábamos lo que juegan todos los niños, pero había algo que me gustaba en particular. La calle donde vivía era cerrada, y seguido dibujábamos el bebeleche (ni idea si así se escribe), ese juego donde uno brinca en una pierna y luego en dos. Cuando el juego nos aburría pintábamos con jis toda la calle dibujando panaderías, zapaterías, bancos, casas, carros, bicicletas, dulcerías y todo lo que se nos ocurriera que podría haber en un pueblo. Luego jugábamos a que habitábamos las casas, comprábamos en los comercios, etc. No recuerdo con que amiga exactamente jugaba a eso, es un recuerdo muy borroso. Cuando tenia ocho años nos mudamos de colonia, y la calle de nuestra casa estaba desierta. Había tres casas mas aparte de la mía, y todas estaban vacías. Una era habitada a veces por una pareja de americanos, no se si pareja romántica o de amistad pero eran dos viejitos muy amables que iban mucho a Hawai y nos traían cachuchas de Hawaian Airlines y otros trebejos que les daban en el vuelo. En esa casa viví hasta los quince, y mi hermano menor y yo pasábamos todas las tardes solos en casa. La playa estaba a dos cuadras pero no teníamos permiso para ir hasta que estaba yo en la secundaria, así que veía horas de televisión y jugaba mucho nintendo. A veces también leía “ El tesoro de saber” , una enciclopedia blanca que tenían mis papás para nosotros pero nadie la tocaba. Me gustaba mucho. Me pregunto si por eso soy tan tímida y estoy con la mayoría de las personas no se me ocurre que contarles, hay algunas con que esto no sucede pero no se que lo determina. Tengo un par de amigas con las que no me para el pico, y alguien mas con quien puedo hablar horas y horas, pero si estoy con alguien que he visto un par de veces y me agrada su forma de ser suelo quedarme callada, asi, como una tontita, escuchando atentamente pero sin aportar nada a la platica. Eso apesta. Nos dejaron de tarea hacer una maldición. Nos contó Martha que antes se escribían maldiciones del tipo: Maldigo a tu madre y a tu padre, a tus ojos y todo lo que estos vean… y ondas así. Se supone que uno debe de odiar a alguien para hacerlo, yo no odio a nadie en particular, por mas que lo pienso no. Medio odio a ciertos personajes que representan algo, pero es todo. Pensé que quizá escribiría una maldición a mi timidez. A ver que sale.
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2 comments:

vero said...

jajaja chido eh!!!

parchis pasaba pero no inventes con tatiana!
bueno, bueno...
ps na'mas pasando a saludar
y cool esa maldición;
cuando miran a otras digo..jeje
no es cierto, carro!
buen finde

Claudia X said...

ey Veronique gracias por pasar a saludar!